Sobornos by Ángel Viñas

Sobornos by Ángel Viñas

autor:Ángel Viñas [Viñas, Ángel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Referencia, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2016-09-01T04:00:00+00:00


VE autorizado decir complicidad española en esta operación equivale ayuda militar directa a nuestros enemigos. De no terminar de inmediato, imposible prever impacto actitud en Gobiernos británico o Estados Unidos. Política seguida hasta ahora permitir España reciba importaciones esenciales irremisiblemente afectada. VE añadirá dispone informaciones indican actividad estaciones exige grandes cantidades gasolina. Evidentemente, solo pueden obtenerse ayuda española, si bien VE carece pruebas fácticas connivencia.

El 25 de mayo, Hoare telegrafió que había solicitado una audiencia inmediata con Franco. Hubo de repetir la gestión. Tres días más tarde, Serrano Suñer le pidió que fuera a visitarle y le preguntó de qué quería tratar con SEJE. Franco, recordó, siempre insistía en la necesidad absoluta de conocer previamente el tema que su interlocutor querría abordar en la entrevista. Algo, por lo demás, lógico y más en aquellas circunstancias de guerra exterior. Hoare replicó que sus instrucciones eran muy explícitas y que no estaba autorizado a divulgar nada antes de que la audiencia se celebrara. Lo único que podía decir era que estaba relacionado con problemas de una gravedad extrema que afectaban a ambos países y que era esencial que viese al Caudillo lo antes posible, en presencia, claro está, del ministro. Añadió que él y sus superiores se daban perfecta cuenta de que el procedimiento que se le había ordenado seguir era absolutamente excepcional.

Tras esta información, Franco no se atrevió a demorarse. Hay que suponer que no le hizo la más mínima gracia. El hecho es que, el mismo día, a las 8.30 de la tarde Hoare recibió un escueto mensaje telefónico. Se le esperaba en El Pardo. El embajador, en el telegrama en que describió la audiencia, afirmó que era muy consciente de que la atmósfera con que iba a encontrarse estaría muy cargada y que debía andar con pies de plomo. Aplicó todo el tacto de que era capaz y, naturalmente, empezó la entrevista con sus más expresivas gracias a Franco y a Serrano por la bondad que habían demostrado al tolerar que se hubiera saltado el protocolo. Les dio seguridades de que el Gobierno británico no lo hubiera pedido de no ser el tema de lo más serio y urgente.

Es obvio que con ello remachaba el carácter perentorio de lo que llevaba a El Pardo. Más tarde explicó pormenorizadamente al Foreign Office que se había preparado para dejar abierta una puerta de salida por la que Franco pudiera retirarse llegado el caso. Sabía muy bien que sería contraproducente que pudiera sentirse acorralado. Pero el esquema de la audiencia no dejó lugar a duda alguna de que lo que lo llevaba allí era muy serio. De entrada, leyó un texto redactado cuidadosamente de tal forma que en él se vertieran, en el lenguaje adecuado, sus instrucciones, pero evitando por todos los medios que pudiera concebirse como un ultimátum (lo que, explicó a Londres, enfurecía siempre a los españoles[693]).

En consecuencia, el texto, muy conocido, partía del supuesto de que Franco ignoraba la gravedad del tema y de que, por lo tanto, estaría dispuesto a parar los planes alemanes tan pronto como se informara al respecto.



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